Páramos llanos.
Montañas escabrosas.
Salientes dadoras de vida.
Cuadro dorado y majestuoso
En tan dispares momentos del día
No me dejas al irte,
En tus castaños cobrizos,
Al cubrirme, en el vacío.
Sapiencia escrutadora
-al reírte mientras duermo-
Sobre y bajo mío,
Donde fue y será:
En dos tiempos me yergo
-Acaso me engrío-,
Contornos de cera…
Secuencia abrumadora.
¿Te encuentro o me encuentras?.
Aves en su nido, pasteles perennes:
Espera ancestral. Azules y grises…
Arcoiris extraños. Sombras olvidadas,
Olvidadas Sombras.
Explanadas de atolones singulares
No se cuelen en mis poros extraviados
De tanta locura, el autoflagelo ignaro
De imberbes años, pseudos años idos.
Y te hube de encontrar
Hendido en lo profundo
En lo por demás profundo,
Olvidándome a mi suerte.
Suerte del sofista –arcano noveno-,
Tejido lacrado en sedas lapislázuli.
-Divago por tus falsas aguas claras,
Polen de solaz, suspiros y cobijo.
¿Hasta cuándo mis votos han sido
Y mi promesa expire en fecha?
Con tu sal y áloes agridulces quiero
Envenenarme hasta el ensueño.
Ya no lo deseo. Ven, muerte.
Y me perderé en tu eterna visión
Contemplando con tus fatigados ojos
Los ojos que alguna vez primera
Me desvirgaron…
Caricia eterna…
Cartas sin remitente…
Fusiles sin más disparados
Sin colores ni adscripciones extrañas.
Y así, acaso, me prefiero…
… sin injerencia alguna.
… ni albos morriones:
Paciente Perpetuidad Desapercibida.
Quisieras rescatarme de mí mismo
De este mi almodóvar de ocres adobes,
Devolverme la vida… a la vida.
Ya no te tengo. Me abandonas?
-Tú también?-... escarcelas de helio
Hacia la estratósfera?... pajarillos
En primavera granates sus alas?
No me hablas.
No me vives.
No me sientes.
Y caigo. Caigo y caigo.
Mis abrazos extendidos buscándote,
Sin apoyos. Caigo, caigo y caigo.
A través de mí
Hablas…
… Vives...
… Sientes.
Dulces termas tus consejos,
Mis yelmos lubricaron
Y prepararon,
Aún a la intemperie
Hablo… Vivo… Siento…
Nimbos surcados ahora
mirando mi vida y tú en ella,
sobre estos poco eriales páramos.
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