t e s o r o s

Allá por el año 4227 de la segunda civilización, hubo un rey muy de renombre y tierras. Y viéndose así mismo tan magnánimo y opulento, dedicaba todos sus tiempos a la administración y tutela de su reino. A tal punto, que entre siesta y siesta -por tal no había-, y en sus sueños de sus enemigos y súbditos y riquezas reía. Y tanto acumulaba, que su único anhelo al cosechar era acumular más. Y el rey, por derecho, una princesa de una de sus tierras hubo de desposar. Mas, a aquella vida no pudo sino toda la tristeza del mundo llegar, pues su esposo y marido entre tanto asunto, sin duda, la hubo de descuidar.

Y aunque la paciencia hubo de practicar, añoraba sus dotes, conocimientos y justicia, a alguien heredar. Y el tiempo transcurría, y en su codicioso esposo ella veía, que de ser más-humano, todos esos dones, espléndidos serían. –Para dirigir un reino- ella pensaba –buena mano es la del rey, y desearía que quien le siguiese en el trono, así también gobernara.

Y la ternura y buena fe a la nueva reina pronto invadieron, y un hijo quería ya en sus brazos acariciar, y más de un artilugio con el rey quiso utilizar, mas nada –de hecho- pudo funcionar.

Y entonces la reina, de gran belleza y astucia, a las antiguas artes, de otras edades legadas, echar mano tuvo, para poder triunfar. Un día en la mesa, a su esposo y rey dijo:

- Querido, veo que añoras tus riquezas, gloria, honra y poder por sobre todo.
- Eso es verdad, mujer- díjole aqueste.
- Yo sé de buenas fuentes un modo, de que todo lo que tienes no sucumba ante tus adversarios, y a la vez lo aumentes al doble y hasta al triple.
- Pues, habla, mujer, y no calles- fue su orden.
- De mi familia he heredado antiguas y oscuras artes y yo sé bien el modo y el método. Mañana, por la noche, os haré saber y tened en claro que no son juegos- sentenció.

Pero el rey, pese a lo contento que lo puso su noticia, desde ese instante desconfío de su reina y vigilarla hizo, a hurtadillas por rendijas, y temía que entre tanta arte, algo siniestro y oscuro pasase, y todo lo suyo, se extraviase. Y tanto su pensar invadió esto, que un millón de conjeturas se propuso, aunque a su guardia de confianza terminó alertando, de que luego todo lo previsto pasase y su fin último obtuviera, a su reina y esposa bajo la espada termino a la vida pusiera.

Pero la reina, de gran astucia y belleza, con gran manejo de artes se previno, aunque un poco tarde, tanto que le nubló el juicio, y de la buena fe que en principio tuviere, torció en escabrosas ideas para al rey tenderle. Y cumplido el tiempo, al rey le dijo, que yaciendo en su lecho sólo por esa noche, sin negocios y tratos pensar, entregándose al goce, su fortuna y fama iba a aumentar.

Al rey nada extraño le pareció, y hasta un buen trato lo consideró, pero aún sus intenciones no mudó. Y por la mañana, a su leal y cómplice guardia el paso a la alcoba cedió. Al verlo ella, y cayendo en cuenta de su hora, con un sonsonete misterioso y profundo replicó:

“Nefasto y ruin eres, oh Rey, Que de tu reina desconfias cuando ella te bendice. He aquí mi conjuro y no lo cambio: todo lo que tienes estará a salvo y hasta triplicado, mas cuando esta espada mi vientre abra, de él saldrá lo convenido, y aunque ya me habré ido, me queda el regocijo, de que al ver lo sucedido y sucediendo, tan sólo en ese momento, tu vida habrás perdido.”

Y el rey lleno de sus riquezas en su alcoba, hubo de ver como el vientre se le abría, y a la par ella moría, pero un ser de él salía: un niño -de buen talle, hermoso y ágil de mente-, que comenzó ante sus ojos a crecer y verse adulto, conforme sus riquezas por artes extrañas desaparecían. Al ver esto, el rey murió.

Se dice desde entonces que el tesoro más bien cuidado del rey, gracias a su reina, es su hijo.

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Originalmente publicado en fotolog.com, 26/04/07.

El Hombre yace: habló la brisa

Habló la brisa:
Reúnanse las voces del alba,
Los sonidos escondidos,
La madreselva en mitad de la lluvia,
Los pasos del chivo en Los Andes,
Y los riachuelos blancos en Paine.

Reúnanse a mi llamado;
Pues es menester vuestra fuerza
Y vuestra sabiduría,
Vuestra sapiencia…
…Vuestra vida, el hombre
Yace.

No es cualquier hombre, es El Hombre
Aquél nombrado así:
Con mayúsculas,
La Humanidad –también llamada.
Yace, ahora
Tirada en la berma.

Reúnanse también
Las espinas gélidas de Atacama
En Invierno, o los calafates puntarenenses
En primavera, es El Hombre quien agoniza.
Así habló la brisa
Reuniendo a todos en su llamado.

Y prosiguió aún más
Por sus raras sendas
Costeras, llenas de sal,
Y sol
Y juego.


¡Agoniza El Hombre!
¡Acudid a mi llamado!
Debemos despertarle
Del letargo en el que yace
Darle razones
Para que de pie se ponga.


Fatiga sus cansados músculos sintieron.
Terneros y vinos no han bastado
Para despertarle de este sueño…
Somnolencia
Éter
O como queráis llamarle.

No han bastado, pues el cansancio
No deviene
De sus husos ni fibras musculares
Las conversaciones le agotaron
Aunque su lengua estuvo muda.


¡Venid!
Que no muera
EL HOMBRE

EL
HOMBRE
Que
No
Muera.

Su vida, en sí,
¡Qué terrible sino!
Quién más que él para vivirla?
Quién cómo él para llevarla?

¡Venid a prisa!,
Terneros y vinos no han bastado
Para despertarle de este sueño.
De éste: ensueño.



Palabras, palabras y el poder de la
Palabra.
Pal-abra… ¡agotador!.


Verba.
Qué terrible castigo:
Logos.
Qué cruel dicha:
Verbum Homini.

Su lengua está enmudecida,
Y sus carnes gastadas.
Qué le ha pasado, entonces?
Qué terrible enfermedad le ha dejado postrado?
Verbum…. ¡¡¡Verbum Homini!!!
-el peor de los viruses.
-la lacra más horrenda.



Padece El Hombre
¡Reanimadle!,
Resucitadle,
Re-sedle.

Sucumbe ante
Sus planes
Sus proyectos
Sus lineamientos
Sus dichos.

Cae en virtud de
Sus valores
Sus promesas
Sus paradigmas
Sus ciencias.


¡Qué terrible!
Reanimémosle.
Es un lastimero escenario.

Venid, pasos del ciempiés,
Hacedle cosquillas en las plantas
De los pies
A ver
Si despierta
Contento.

¡Qué terrible proscenio!
Reanimésmole!
-así hablaba la brisa.

Venid, llantos cercanos,
Veamos
Si vuestro lamento
Logra conmoverlo
Y moverlo.

No es cualquier hombre, es El Hombre
Aquél nombrado así
Comillas incluidas,
La Humanidad –también llamada.
Yace, ahora
Tirada en la berma.

Despierta, “Hombre”
Despierta…
…que el musgo frío aún te mima
…los espinos verdioscuros aún te huelen
…las piedras aún te cantan…

… en tu sueño.

En
Tu sueño.
En tu ensueño.


¡Qué terrible!
Reanimémosle.
Es un cuadro patético:
¿No véis que es “El Hombre”?

¿No véis que su logos es su
Logro más preciado, precioso
Tesoro heredado por cientos
De años y décadas a los suyos?

¿Por qué, entonces, no despierta?
¿Por qué, entonces, no despiertas?
-así enloquecía la brisa, y aún más.

¿No quieres despertar de tu agonía,
Oh, Hombre?
Hombre!... cómo no vas a despertar?

No ves que la luna aún se ensancha?
No ves que las platas aún ríen cuesta abajo?
No ves que estamos aquí despertándote,
Aquí… en la berma… a ti?

Así proseguía la brisa
Con sus esfuerzos sin frutos
Y sus preguntas sin respuestas
Y Aquél,
Sólo
Yacía…

... a lo mejor y sólo descansa
De su “ser” “Hombre”.